sábado, 1 de diciembre de 2007

Declaración del Primer Encuentro de Nuevas Generaciones


Hace ya más de un año, en Quito, Ecuador, la mesa Nuevas Generaciones acordaba organizar un Encuentro que convocara a jóvenes de toda Latinoamérica con el fin de potenciar la participación de las nuevas generaciones en el próximo Foro aportando desde allí al mundo una nueva sensibilidad que ya se percibe en los jóvenes de todas las regiones.

El 22 de Noviembre recién pasado se realizó este encuentro con una participación de más de 200 jóvenes de Chile, Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, México, Brasil, España, Italia, Francia y Paraguay.

Se trabajó en algunas de las temáticas que luego se tratarían en el Foro con el fin de darle una perspectiva impregnada de este nuevo paisaje. Se realizaron también, diversas ceremonias, con el fin de conectar con esta sensibilidad, que viene desde un lugar al cual no es posible acceder desde los estados más cotidianos.

Ahí tuvimos un tiempo para compartir, para trabajar, para conectarnos con lo más profundo, y –por supuesto- también para jugar.

Es muy importante para nosotros poder agradecer a las generaciones que nos han precedido en este maravilloso proyecto de humanizar el mundo. Creemos que la mejor forma de agradecer es comprometernos con darle continuidad a esto, comprometernos con entregar lo mejor de nosotros para superar el dolor y el sufrimiento.

Compartimos entonces con ustedes, algunas de las conclusiones de este Primer Encuentro Latinoamericano de Nuevas Generaciones:

En primer lugar, planteamos que no queremos el vacío ni el choque, no queremos la incomunicación ni la violencia en nuestras relaciones. No queremos imponer nuestro paisaje, ni creer que nuestra verdad es la única verdad. Queremos dialogar. Participar activamente en nuestras organizaciones, aportar a la comprensión de esta época histórica desde una mirada profunda, mística quizás, saltando por sobre el racionalismo anterior.

Vimos en este Encuentro a las Nuevas Generaciones como la expresión posible de una profunda identidad regional, que si bien hoy es apenas un suave susurro al oído, crecerá, necesariamente, hasta hacerse oír en los rincones más lejanos. Esa identidad que parte de una profunda espiritualidad y una imagen a futuro hoy inexistente, pero que aun así nos guía y nos direcciona hacia un lugar común y compartido.

Queremos además servir de facilitadores para las generaciones venideras, aceitar la dinámica histórica, hacer de puentes entre el mundo que viene y el mundo que se va.

Reforzamos entonces nuestro compromiso de entregar lo mejor de nosotros en este intento de transformar al mundo, que, en palabras de Silo, “es el intento que vale la pena vivir, porque es la continuación de las mejores aspiraciones de la gente buena que nos ha precedido, es el intento que vale la pena vivir porque es el antecedente de las futuras generaciones que transformarán al mundo.”